19.2.11

The King Of Limbs - Radiohead





The King of Limbs no es un disco fácil, ni complaciente a nivel masivo, como era razonable anticipar, aunque debajo de las muchas capas sonoras que le dan textura al disco, siempre se atisba la canción, su estructura. No es un disco sorprendente, aunque lo sería, si la sorpresa no fuera un factor previamente asumido, cuando uno se dispone a escuchar un disco nuevo de Radiohead. No es un disco revolucionario, incendiario, que marque una bisagra generacional en su década, como tal vez lo fue Kid A, pero sí propone un cambio, aunque lento, interior, correspondiente, en mayor medida, a un proceso mucho más extenso que este disco corto, pero no efímero, proceso que la banda ha venido desarrollando desde siempre, pero con mayor intensidad desde que no tienen necesidades comerciales creadas por un medio al que, si aún pertenecen, no es solamente de modo accidental, sino, por momentos, muy a pesar de los propios deseos de sus integrantes, según expresan ellos, en sus escasas apariciones mediáticas.

Uno se acostumbra, por pereza o por necesidad, a un mundo en el que, como dice la canción de Manal, no hay tiempo de más. Uno se acostumbra a que el corte de difusión para el nuevo disco de una banda sea parecido a los cortes de difusión de muchos otros discos, de muchas otras bandas, y a que a ese corte de difusión le corresponda un video, también parecido a otros videos. Uno se acostumbra, tristemente, para mí, que soy un melómano un poco nostálgico y fetichista, a que escuchar un disco ya no implique la construcción minuciosa de una ceremonia previa y de una serie de ritos cuasi-sacramentales, ligados íntimamente a su escucha, y a que este proceso, desprovisto de toda liturgia, termine siendo un acto más cercano a la estadística, o al cumplimiento de una rutina periódica.

Es celebrable el hecho de que Radiohead constituye, tal vez, una de las raras excepciones a esta suerte de Déficit de Atención, que caracteriza al público cultural de la flamante segunda década del Siglo XXI.

2 comentarios:

  1. Saludo fervientemente, con ahínco y pulcritud, la vuelta (que para mí es noticia nueva) de este blog. De verdad que me interesa mucho leer tu opinión sobre la música que te gusta y la que no.

    En relación a la entrada, no pensaba salir corriendo a conseguir el disco, ya que suelo esperar bastante para no contaminarme (tanto) con el hype que promueven involuntariamente quienes sí lo han escuchado.

    Me encuentro coincidiendo especialmente en lo de la "ceremonia" antes de escuchar un disco. De mi parte, en ese rito incluía algo que fui perdiendo: el gusto por sentir el olor del vinilo apenas abierto y el escalofrío por la espalda que me cuasa(ba) el ruido a pua justo antes de entrar el primer acorde.

    Keep on hapmaging, se agradece.

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  2. Nunca tuve la cultura vinilo y llegué al cassette cuando incluso el cassette empezaba a ser obsoleto (aunque me resistí a tirar mis cassettes viejos durante una buena década y media de tenerlos ocupando espacio en el departamento). Sin embargo, entiendo tus ceremonias, que podría equiparar al ruido del celofán del cd nuevo y a la textura del booklet entre los dedos. El laser también hace un ruidito extraño, que me provoca un poco de añoranza cada vez que pongo un cd, lo cual sucede menos y menos a menudo, con el paso de los años.

    Gracias por el crédito a mi favor y espero no defraudarte.

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